Carrio: “Los radicales terminaron poniéndoles una alfombra roja a los traidores”


Entrevista a Elisa Carrio publicada hoy en Diario Crítica (24/12/2010).


Afirma que Redrado es "obsecuente", Cobos un "incompetente", los Kirchner "ladrones" y califica de "irresponsable" a la centroizquierda.


La televisión acaba de transmitir la noticia del fallo que, una vez más, obliga al Gobierno a conseguir el permiso del Congreso antes de echar mano de las reservas. Elisa Carrió, volcada en un sillón, celebra con palabras triunfalistas. Unos metros más allá, al otro lado de un pasillo impersonal, una mesa muestra las ruinas de una reunión de trabajo: pocillos de café vacíos, migas sobre la mesa, vasos usados. Es la oficina donde los diputados de la Coalición Cívica redactaron minutos atrás un pedido de juicio político contra el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. La euforia por la noticia del fallo terminará por diluirse. Se abrirán paso entonces la mordacidad y las dentelladas que son marca registrada de la diputada y que, ahora, van contra todos: Julio Cobos, los radicales, Martín Redrado y, por supuesto, el matrimonio de Cristina Fernández y Néstor Kirchner.



–¿Redrado fue un buen presidente del Banco Central?



–No. Nosotros lo habíamos impugnado. Ahora bien, las personas buenas, malas, comunistas, de derecha, de izquierda, se tienen que ir con el procedimiento previsto en la Constitución. De lo contrario, no hay derechos humanos ni garantías constitucionales. Redrado era un obsecuente de los Kirchner hasta hace poco tiempo, que no se lo imputen a la oposición.



–¿Hace una evaluación positiva de la forma como se movió la oposición frente al conflicto por las reservas?



–El triunfo en la Cámara de Diputados fue extraordinario. Ordenamos las comisiones. Nos pudimos reunir. No nos apuramos con la estrategia. Fue eficaz en la estrategia judicial.



–Pero no pudieron reunir el número suficiente para autoconvocarse en el Congreso.



–Eso se iba a dar. Pero nosotros no queríamos ir a una confrontación. El bumerán se iba a volver solo contra los Kirchner, no había que meterse en el centro de la tormenta. Había que preservar las reservas y dejar que pasara el tiempo sin confrontar. En cambio, la estrategia del Senado fue autoconvocarse.



–¿Cobos se equivocó con su estrategia en el Senado?



–Obviamente. Ni siquiera tenían número. Para llevar adelante una confrontación de la envergadura que se buscó en el Senado hay que convocar al día siguiente a una sesión y tener el número. En cambio se generó una confrontación estéril que puso en riesgo institucional a la Nación.



Quienes defienden el Fondo del Bicentenario afirman que permitiría liberar recursos del presupuesto para obras o inversión social.



–No. Se buscó mejorar el precio de los bonos. Los bancos estaban haciendo grandes negocios. Y también los dueños de títulos. Fue un gran negocio que se les cayó a muchos. Intervenían bancos con fuertes raíces en el radicalismo y en el PJ. Por eso esa actitud de algunos radicales, que estaban un poco dudosos.



–¿Los bancos presionaron a los radicales para destrabar el Fondo?



–Sí, a los radicales, a los peronistas.–Ahora bien, si no se paga la deuda con reservas, será con fondos del Presupuesto.–Kirchner estaba haciendo caja. Por un lado, asignaba fondos de las reservas para pagar y, por el otro, se quedaba con la plata del Presupuesto. Era un negocio redondo para Boudou y los bancos. El propio Gobierno le reconoció a la Corte que el problema del déficit fiscal es grave. Pero si para cubrir el déficit disponemos de las reservas, ponemos en juego la base monetaria, se genera inflación y terminan perdiendo los trabajadores y los pobres. Por eso también hay irresponsabilidad en sectores de la centroizquierda que dicen: hagamos fondos de desarrollo.



–Pero si hay déficit y no se puede sacar plata de otro lado, sólo queda el ajuste.



–No. Si evitaran la corrupción generalizada, sería un acto de decencia y un ajuste extraordinario. Que dejen de robar, se ahorran el 40 por ciento.



–No es verosímil que el 40% del Presupuesto sea corrupción.



–Por supuesto. Y en obras públicas, más. Son ladrones. Es el Gobierno que más ha robado en la historia argentina. Cobran un 20% por encima de la coima tradicional latinoamericana corrupta. Y se apoderan de las empresas por parte de amigos o de Néstor Kirchner directamente. Menem parece Illia al lado de Kirchner.



–¿Cree que hay quienes realmente conspiran en la oposición?



–Por supuesto. Desde la votación del campo y antes de que vote Cobos, nosotros dijimos: somos opositores, no golpistas. Siempre estuvimos lejos de Duhalde y de Cobos. Les dijimos a nuestros amigos radicales que las aspiraciones políticas tan prematuras podían generar un claro conflicto de poderes. Siempre fuimos opositores al régimen kirchnerista. No nos prendimos del vicepresidente cuando se quiso convertir en opositor. No nos sacamos una foto con él cuando tenía el 70% de legitimidad. Cobos cometió un error: lanzar una candidatura y confrontar una semana después fue un acto de incompetencia política, no sólo del vicepresidente sino también del radicalismo. Lo hicieron sin estrategia y por especulación. Es independiente del afecto que tengo por ellos. Pero una cosa es el amor y otra los principios. A mí no me van a llevar puesta. No me llevó puesta el radicalismo cuando votó los plenos poderes a Cavallo. Tampoco ahora.



–¿Usted cree que hay un acuerdo entre Cobos y Duhalde?



–Me lo dijo Duhalde. Después del juicio, en el cual ratifiqué que era el principal responsable político del crecimiento de la droga en la provincia de Buenos Aires, pidió hablar conmigo. Yo pensé que como cristiana tenía que aceptar hablar. Y ahí Duhalde me dijo: usted es la piedra en el zapato del acuerdo entre Cobos y yo. Yo le respondí: usted es la mayor interferencia para que las nuevas generaciones acuerden el futuro del país. Estaba como un capo de la mafia dándome instrucciones. Yo le dije que nunca iba a estar con él, que era el responsable del crecimiento de la droga, y tampoco voy a estar con Cobos.



–¿En qué se parecen?



–Todos son parte del proyecto Kirchner. Duhalde lo puso. Cobos lo acompañó. Es un coup d’État, un golpe hacia el interior del régimen, como dicen los franceses. Nosotros no tenemos nada que ver. La tontería fue de los radicales, que se prendieron a algo que habían resistido y terminaron poniéndoles a los traidores una alfombra roja.



–¿Cree que en la UCR ya piensan en buscar otro candidato por si cae la imagen de Cobos?



–No me interesa. Nosotros hoy estamos solos y después veremos.



–¿La Coalición Cívica está sola?



–Hoy está sola. Vamos a tener un papel protagónico en la Cámara de Diputados para conseguir acuerdos, pero estamos solos en la causa. No somos especuladores. Todo lo contrario. Por eso hoy critico menos al kirchnerismo, porque ahora gritan los que antes eran kirchneristas. Nosotros armamos equipo. Me criticaron la designación de Prat-Gay en la Capital, que tenía más o menos carisma, pero ahora es una garantía tenerlo en la comisión bicameral. –Con el actual nivel de enfrentamiento entre oficialismo y oposición, el diálogo político es imposible.–Hay que reconocer la realidad. Con los Kirchner nadie pudo hablar. Si ni siquiera hablan con sus ministros, ¿cómo van a hablar con la oposición? Sobre ese marco hay que sostener la institucionalidad, aceptando la realidad y no queriendo proyectar una ilusión. Ellos son Bonnie and Clyde.



–¿Y es posible que el sistema político funcione de esa manera?



–Funciona muy difícilmente, con enormes conflictos y dificultades. Nosotros tenemos que poder transitar y garantizar que termine el mandato para tener 100 años más de democracia. Es lo que hay. Como los maridos, los Kirchner no cambian.



–¿No puede generarse un empate político que termine en un bloqueo de la gestión?



–La única que bloquea su gestión es Cristina Kirchner. Están encerrados en un búnker, fuera de la realidad y cada tanto toman de rehenes a un auditorio de televidentes o a los pobres del conurbano. Pero la llave para salir del búnker está adentro. Abren o se quedan encerrados. El destino final de los pequeños dictadores es el encierro en el búnker, con la llave adentro. Ganar eleccionesElisa Carrió cree que el papel de la oposición en el Congreso no debe ser “confrontar” sino “ganar elecciones” en el momento de votar los proyectos determinantes. Es la forma que entiende de tomar distancia de las acusaciones de “conspiración”.“No hay que confrontar –enfatiza–. Hay que ganar elecciones. No confrontamos, por ejemplo, por la presidencia de la Cámara. No se pudo decir que hubo conspiración. El acto fue democrático. Ahora, frente a las reservas, ganamos con todas las reglas. Parecíamos pacíficos en comparación con el Senado pero fuimos efectivos en lo judicial. Todo esto termina muy bien para la Nación y muy bien para la oposición en Diputados. Pero termina muy mal para la Presidenta. Era claramente un boomerang. Había desatado un mecanismo que se volvía contra ellos”.



Críticas a la Corte-


Todo va a parar a la Corte Suprema. ¿Se va a transformar en actor central de la Argentina?



-No. No es nuevo. La jueza María José Sarmiento ya nos había concedido la medida cautelar cuando Alejandro Nievas (UCR) y yo fuimos por la privatización de aeropuertos. Era 1997. Yo era mucho más joven. Son jueces de carrera, de lo poco bueno que va quedando en la Argentina. Todo lo demás está controlado por el kirchnerismo.



-¿La Corte es para usted una garantía?



-Sí. Una garantía en sus fallos. Pero no es una garantía en la independencia del Poder Judicial. No salió con suficiente fuerza a defender a sus jueces. Yo si fuera juez de la Corte, frente a los hechos gravísimos protagonizados por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, hubiera sacado una acordada en defensa del Poder Judicial y de su independencia. En esto tengo una fuerte crítica, porque no sólo hay que ser bueno uno, también hay que defender a los jueces. La Corte no está cumpliendo con el liderazgo institucional respecto de la independencia del Poder Judicial de la Nación. Pero tiene buenos jueces y es una garantía.

Los Kirchner, el Banco Central y el uso instrumental de la ideología.

Beatriz Sarlo escribe sobre Kirchner, Redrado y Cobos. Excelente nota. No se la pierdan. Accedan al link pulsando acá.

Consecuencias de un debate mal llevado

La novela de la ideología

Por Beatriz Sarlo

El gobierno de los Kirchner ha tenido la virtud de introducir temas en el debate público. Sólo los bien informados sabían hasta hace dos semanas que el Banco Central era una institución diferente de, digamos, el Banco de la Nación. Probablemente se pensara a los dos como "bancos oficiales" o "bancos del Estado". Sólo los bien informados tendrían idea de los cambios que se introdujeron, a lo largo del tiempo, en las normas que hoy rigen el Banco Central. Pero, con la pedagógica intervención de los Kirchner, esa institución resplandece como si hubiera surgido en los albores de la patria y estuviera por celebrar dos siglos de vida.

Los Kirchner convierten todo en palpitante carne fresca, que sirve tanto para el informativo de medianoche como para los móviles radiales de las seis de la mañana. Esto mismo ya había sucedido con la resolución 125. De repente, hombres, mujeres y niños que no hubiéramos podido mejorar las explicaciones botánicas proporcionadas por la presidenta Cristina Kirchner en su recordado discurso sobre el yuyo de la soja, que crece por cualquier parte sin que lo rieguen y sin dar trabajo a nadie, esos mismos distraídos habitantes de ciudad, convertidos en expertos, descubrimos que nuestro alimento no era un producto químico preparado en la trastienda de los supermercados sino el resultado de una larga cadena de trabajo y de valor (como le gusta decir a la Presidenta).

Es dudoso que todo esto mejore la calidad de la discusión pública. La mayoría de nosotros sigue sin tener ideas aceptablemente precisas sobre la producción agraria ni sobre los bancos centrales que, bueno sería aclararlo, no son idénticos en todos los países del mundo. Sucedió con la soja y ahora con el Banco Central lo que hace unos años con el odio suscitado por el sistema electoral que propicia las listas sábana, sin que esa antipatía profunda lograra fundamentarse en mejores alternativas a la frase "se esconden los impresentables detrás del cabeza de lista". Como el "que se vayan todos", las listas sábana eran un enemigo claro, aunque, en realidad, no se lo conociera.

Estos debates mal llevados indican pobreza y desconcierto, cuyos responsables son, en primer lugar, los mismos que los hacen caer, como granizo, sobre la cabeza de los ciudadanos que un día se enteran de la existencia de retenciones y otro día son sucintamente informados de que el Poder Ejecutivo va a disponer de una porción de las reservas federales sin cumplir los trámites indispensables. La cuestión misma en debate es complicada. Pero esos ciudadanos súbitamente enfrentados con la necesidad de pronunciarse realizan un desplazamiento: más que en la sustancia de una medida conflictiva se fijan en el modo en que esa medida ha sido tomada.

Las formalidades institucionales, por este camino lleno de vueltas, se colocan en un primer plano que no ocupan cuando esos mismos ciudadanos critican el garantismo o piden mano dura policial en oscuras reminiscencias de una sociedad vengativa.

Esto sucede, entre otros motivos, porque los Kirchner usan la ideología de manera instrumental, lo cual quiere decir que revisten de motivaciones elevadas y frases extraídas de discursos nacionalpopulares a medidas de gobierno que tiene un carácter menos ideológico y más anclado en la pedestre conservación del control sobre los recursos indispensables para mantener el poder, por lo menos hasta el fin de su mandato.

La conversión de la ideología en instrumento de políticas que no responden necesariamente a ella es uno de los rasgos más característicos del gobierno de Cristina Kirchner.

Durante el conflicto con el campo, tanto la Presidenta como su marido fueron variando el destino de los miles de millones que llegarían al erario si se subían las retenciones; hablaron del "hambre del pueblo" y de la "mesa de los argentinos", prometieron hospitales y obras públicas, improvisaron cambiando el destino de esos miles de millones cada vez que fue necesario asegurar la lealtad de sus seguidores (sobre todo, de aquellos que se piensan como la izquierda del kirchnerismo aunque no se presenten con esa frase desacreditada).

Sin embargo, una mayoría siguió desconfiando de este uso instrumental de la ideología, porque las bellas promesas no compensaban la concentración de poder y el desdén por el diálogo con que se las enunciaba en todos los palcos. Los intelectuales de Carta Abierta argumentan, por supuesto, mejor que los Kirchner, y dan explicaciones que vinculan la ideología instrumental con la ideología profunda; buscan razones enterradas en la arqueología de los estilos políticos populares, que serían menos afectos a las formas institucionales.

Sin embargo, el uso instrumental de la ideología es un arma más venenosa que la violación de alguna norma institucional, cuyo resguardo puede confiarse a la Justicia o al Parlamento. El uso instrumental de la ideología implica la implantación de políticas tacticistas y sin principios, cuya paradoja es, justamente, que destruyen un sustrato simbólico, afirmando, al mismo tiempo, que lo hacen para defenderlo. Un paisaje político desierto puede resultar de esta manipulación de las ideas en función de cualquier medida de gobierno. Por eso, los Kirchner juegan con un fuego en el que terminan consumiéndose los fundamentos mismos de su legitimidad simbólica. Son políticos de vendetta y de revancha; con esos gustos, es difícil que sean, al mismo tiempo, políticos de grandes ideas.

Son, por otra parte, personajes belicosos. Tiene razón Cristina Kirchner: nadie puede exigir que un presidente sea simpático; pero sí puede exigir que dialogue con la oposición no en un tinglado poselectoral, armado a las corridas, después del 28 de junio, en la carpa de un ministro del Interior que no podía contestar ni que sí ni que no, y que estaba allí sólo para mostrar el acto mismo del diálogo, como una performance fotografiada para la prensa.

La triste novela escrita alrededor de un presidente atrincherado en el Banco Central bajo la protección de la Justicia y la conversión de ese personaje técnico en un paladín institucional son consecuencias bien torpes, que los políticos de la oposición deberían ser los primeros en tomar como tema de reflexión: la ciega Fortuna golpea la puerta del menos pensado, pero no es obligación ser ciego ante sus dones.

Algo similar sucedió con el vicepresidente Julio Cobos. No es menos anómala su permanencia en un cargo desde el que ensaya su perfil de candidato opositor al gobierno con el que fue elegido. El tacticismo, que también existe en la oposición, podría responder: "Y bueno, menos mal que lo tenemos a Cobos en el Senado". La respuesta es tan cortoplacista como las tácticas de los Kirchner y tiene algo de cínico. La persistencia de Cobos como vicepresidente también tuerce los límites entre lo aceptable y lo inaceptable, aunque tales adjetivos no figuren en la Constitución. En realidad, una república democrática se sostiene tanto en las instituciones como en las costumbres, en la ley y en la ética.